EL GRUPO JUVENIL PARROQUIAL
El grupo de jóvenes constituye un marco muy importante para situar el proceso de educación en la fe y de personalización de la experiencia. El grupo se presenta como la indispensable mediación eclesial para los jóvenes. La opción pastoral por el grupo es mucho más que una opción de método y de estilo, es una opción de contenido: el grupo es ya una experiencia de Iglesia. Es cierto que el grupo no es "la" Iglesia, y en este sentido hablamos de él como mediación, y no puede pretender totalizar la pertenencia eclesial que degeneraría en grupos cerrados. No basta la sola pertenencia a un grupo para alcanzar un maduro sentido de pertenencia eclesial, necesita abrirse a la comunidad eclesial, sentir que forma parte de la institución eclesial. Pero el grupo es ya en sí una experiencia eclesial, una experiencia de Iglesia para el joven, el ámbito donde descubre cómo vivir la Iglesia, y la mediación que lleva a abrirle a la comunidad total.
Mediante el grupo, la comunidad eclesial adquiere una dimensión más a medida del joven, más cercana a las reales exigencias de cada uno. En el grupo, las propuestas se encarnan en modelos concretos de comportamiento que facilitan la transmisión e interiorización de los valores, en contraste con las propuestas deformantes de la sociedad. En el grupo, la Iglesia se torna experiencia viva, próxima, ya sea por la escucha de la Palabra de Dios y la catequesis, como por el clima eclesial que lo invade. En el grupo, los jóvenes viven reales experiencias de corresponsabilidad y se tornan capaces de asumir compromisos apostólicos. En el grupo la presencia amiga del adulto como animador y educador de la fe, se torna experiencia viva del amor de Dios Padre que acoge a todos. El grupo es, por tanto, lugar privilegiado para una educación personalizante, capaz de promover el crecimiento humano, de abrir a un anuncio explícito de la fe, de ser mediación de una motivada experiencia eclesial.
No basta con vivir una buena experiencia de grupo. La pertenencia al grupo llega a ser mediación de pertenencia eclesial si el grupo en sí mismo es "eclesial". Todo grupo natural puede tornarse lugar de educación integral, humano-cristiana si, desde dentro, el animador (asesor), el educador de la fe estimula a un crecimiento continuo de autenticidad humana y cristiana.
Mediante el grupo, la comunidad eclesial adquiere una dimensión más a medida del joven, más cercana a las reales exigencias de cada uno. En el grupo, las propuestas se encarnan en modelos concretos de comportamiento que facilitan la transmisión e interiorización de los valores, en contraste con las propuestas deformantes de la sociedad. En el grupo, la Iglesia se torna experiencia viva, próxima, ya sea por la escucha de la Palabra de Dios y la catequesis, como por el clima eclesial que lo invade. En el grupo, los jóvenes viven reales experiencias de corresponsabilidad y se tornan capaces de asumir compromisos apostólicos. En el grupo la presencia amiga del adulto como animador y educador de la fe, se torna experiencia viva del amor de Dios Padre que acoge a todos. El grupo es, por tanto, lugar privilegiado para una educación personalizante, capaz de promover el crecimiento humano, de abrir a un anuncio explícito de la fe, de ser mediación de una motivada experiencia eclesial.
No basta con vivir una buena experiencia de grupo. La pertenencia al grupo llega a ser mediación de pertenencia eclesial si el grupo en sí mismo es "eclesial". Todo grupo natural puede tornarse lugar de educación integral, humano-cristiana si, desde dentro, el animador (asesor), el educador de la fe estimula a un crecimiento continuo de autenticidad humana y cristiana.
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