Una joven es ante todo una certeza
Mi juicio sobre la juventud es este: “la juventud no debe ser una mera esperanza, sino una efectiva certeza”.
Yo no me considero una certeza, porque las cosas van a mejorar para mis hijos y mis nietos si así me lo propongo.
Estoy convencida de serlo.
La gente que solo vive de esperanza, es que aun esta en “proyecto”. La certeza es una acción. Sucede como con un edificio. Si solo figura en los planos, es apenas una esperanza: cuando comienza a ser construido es una certeza.
Claro que hay edificios que se quedan a la mitad del camino: no han sido empezados con una razonable posibilidad de llegar al término.
Los jóvenes somos así.
También los niños, pero mucho mas los jóvenes.
He oído decir a muchos oradores que nosotros somos la esperanza de días mejores.
Yo preferiría que dijeran que somos ya una certeza.
Es mucho más realista. Los padres generan hijos porque tienen la seguridad de poder criarlos, de que su amor es suficientemente grande, y de que nunca les faltara el amor.
Las cosas podrán ser muy difíciles, pero no imposibles, si hay amor. El amor, por lo demás, vive mas de certezas disfrazadas que de esperanzas propiamente dichas.
Yo deseo que el mundo, al mirarme, al ver mi sonrisa, mi cuerpo, mi belleza que a veces elogia, mis deseos de ser una súper mujer, mi voluntad de amar y ser amada, el enorme cariño que vuelco sobre la humanidad, descubra que no hay razón para temer por la próxima generación, puesto que ella pasara por el regazo de muchas muchachas como yo, que se preparan para dar amor. Me gustaría que todos tomasen en serio mi afirmación de que soy una certeza.
En algún modo soy una joven segura, agradable y bien formada. No como lo prescriben las revistas ¡ciertas revistas! , Sino por dentro.
Las “curvas” pueden esconder muchas cosas mal trazadas interiormente.
Tengo lástima, mucha lástima de las que ofrecen su cuerpo para pasto de las miradas de los que pasan a su lado. Estas nunca podrán ser una certeza, porque viven de falsas esperanzas. El respeto que me debo a mi misma. Me enseña una gran verdad: “si yo no fuera una certeza apenas seria una esperanza descalabrada...”.
Tomado de:
“La revolución pacífica de María Elena”.
P. Zezinho
Publicaciones Paulinas
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