Se trata de un difunto. Ánima bendita camino del cielo donde I esperaba encontrarse con Tata Dios para el juicio sin trampas y la verdad desnuda. Para nada iba tranquilo porque a muchos había robado.Encontró las puertas del cielo abiertas y fue entrando. Todo era muy bello, pero no había nadie. Penetró a la sala ocupada en su centro por el escritorio de Tata Dios. Y sobre el escritorio estaban sus anteojos.
Nuestro amigo no pudo resistir la tentación de echar una miradita hacia la tierra con los anteojos del Tata Dios. ¡Qué maravilla! Todo se veía clarísimo. Pero lo más interesante es que pudo mirar lo profundo de las intenciones de los políticos, las auténticas razonesde los comerciantes y economistas, los sufrimientos de las dos I terceras partes de la humanidad.
Todo estaba patente a los anteojosde Dios.Entonces se le ocurrió una idea. Ubicar a su socio de la financiera para observarlo desde esta situación privilegiada. En ese preciso instante su colega estaba estafando a una pobre mujer viuda mediante un crédito bochornoso que terminaría de hundirla en la miseria para siempre.Como ahora estaba en el cielo, fue tan ardiente el deseo de hacer justicia que sin pensar en otra cosa, agarró de debajo del escritorio el banquito en que Tata Dios apoyaba los pies Y. con tremenda puntería, lo lanzó a la cabeza de su socio; le dio un formidable golpe en la cabeza, matándolo allí mismo.En ese momento preciso el salón donde estaba se llenó de algarabía, risas Y cantos. Tata Dios acababa de regresar con los ángeles, los santos Y toda su corte celestial.Dirigiéndose al intruso le increpó: ¿Qué estás haciendo en mi despacho? Trató él de explicar: Encontré la puerta abierta...Me dio curiosidad y tomé sus anteojos, etc.
Finalmente confesó que había visto cómo su socio cometía una terrible injusticia con una pobre mujer viuda lo cual le dio mucha cólera; Y para castigarlo le había lanzado el banquito a la cabeza, desgraciadamente con muy buena puntería...¿Note diste cuenta de que si bien te habías puesto mis anteojos, te faltaba tener mi corazón? Imagínate que yo cada vez que veo una injusticia en la tierra, me decidiera a tirarlesun banquito, no alcanzarían los carpinteros de todo el universo para abastecerme de proyectiles. ¡No, hijo mío! ¡No! Hay que tener mucho cuidado con ponerse mis anteojos, si no se está bien seguro de tener también mi corazón. Sólo tiene derecho a juzgar, el que tiene el poder de salvar.
Vuélvete ahora a la tierra y durante cinco años rezarás todos los días esta oración: "Jesús, manso y humilde de corazón, ¡dáme un corazón semejante al tuyo!"
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