En el fondo de toda condición humana y de todo problema hay una persistente pregunta, la más existencial de las preguntas que afecta a la vida misma del hombre: ¿qué sentido tiene la vida que vivimos, vale la pena comprometerse por esta vida, es posible esperar?
Sí, queridos jóvenes, la respuesta a estas preguntas la encontramos en aquel anuncio, en aquella buena noticia que, hace casi dos mil años, Pablo de Tarso, aún con las cadenas en los pies, trajo a vuestros antepasados, al arribar a esta tierra.La respuesta antigua y siempre nueva a las dudas y a las angustias del hombre moderno es una sola: Jesucristo, el Redentor del hombre y del mundo, el Resucitado, Hijo de Dios y hermano nuestro en humanidad. Cristo es quien nos ha desvelado el misterio de Dios; el que ha esclarecido el misterio del hombre. Cristo nos ha hecho conocer nuestro origen, la dignidad, el valor, el sentido de la vida humana, el destino eterno del amor y de la salvación al que todos estamos llamados.
Hoy, como Pablo de Tarso, también yo quiero traeros este anuncio de salvación: también yo deseo proclamar aquí que Cristo es "nuestrapaz" (Ef 2,14), "nuestra vida" (Col 5,4), nuestra "sabiduría, justicia, santificación y redención" (1 Cor 1,30), nuestro "único fundamento" (1 Cor 4,11): Cristo es nuestra "esperanza" (Col 1 ,27).
(Mensaje de JUAN PABLO II a los jóvenes italianos)
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