Estás clavado en la cruz, colgado del madero,
por ser coherente con tu vida, Señor Jesús;
apareces a los ojos ciegos como un maldito,
y eres para el que se te acerca señal de contradicción.
Eres bandera discutida; ante ti nadie puede ser neutral;
eres locura y vergüenza para el hombre que te rechaza;
eres sabiduría y poder de Dios para el que te acoge.
Eres, Señor Crucificado, la lealtad de Dios en la historia;
eres manifestación de la gloria de Dios al hombre;
eres fuente de vida y camino de salvación.
Aquí estoy ante ti, callado y desconcertado;
fascinado y atraído por tu presencia;
aquí estoy asombrado ante el final de tu vida;
aquí estoy, Señor Jesús, en camino de búsqueda.
Quiero preguntarte desde el silencio profundo:
¿Por qué te llevaron a la cruz como un maldito?
¿Por qué te acusaron de blasfemo y subversivo?
¿Por qué callaste y no tuviste defensa propia?
¿Por qué te abandonaron los tuyos a la hora de la verdad?
¿Por qué se hizo ausente tu Padre Dios en tu noche?
¿Por qué, en esa hora, triunfó el mal sobre el bien?
Tú fuiste coherente, verdadero hasta el fondo contigo mismo;
proclamaste tu Evangelio, hoja a hoja, línea a línea,
de par en par.
Tú pusiste la luz en alto para que alumbrase a todos.
Tú sembraste semillas de vida; abriste caminos de verdad.
Tú tiraste de la capa al hombre enmascarado y oportunista.
Tú quitaste la careta al hombre que siempre juega al carnaval.
Tú miraste a los ojos del hombre con un corazón limpio.
Tú dijiste que lo esencial estaba en el «amar».
Tú rompiste la muralla que defendía al hipócrita.
Tú sacaste de su concha al que tira la piedra y se vuelve a ocultar.
Tú fuiste hombre verdadero ante el hombre envuelto en la mentira
y en tu vida la fuerza de tu palabra era el poder de tu bondad.
Te pusiste del lado del pobre e indefenso.
Tocaste con tus manos puras la impureza del marginado.
Anunciaste tu Evangelio al hombre de corazón roto.
Levantaste del suelo al hombre despreciado y aplastado.
Llevaste la alegría y la paz al hombre en situación límite.
Dejaste un beso de ternura en el dolor del niño abandonado.
No te pusiste del lado de los hombres con imagen.
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