Yo te invoco, Señor, ven de prisa a mí y ayúdame. Escucha mi voz cuando a ti clamo; te necesito. Que mi oración suba ante ti y toque tu corazón; que al alzar mis manos, descubras mi angustia. Tengo miedo a caer cuando soy tentado; me siento inseguro y en mí no hay consistencia; estoy aprendiendo a vivir y los miedos me dominan; pon un vigía a la puerta de mi corazón joven. No dejes que mi corazón frágil tienda al mal; no le dejes huir y perderse entre el barullo loco; encauza las tendencias poco limpias de mi corazón ciego; no me dejes que me amarren las redes del mundo y sus cantos de sirena. Ante mí, Señor, está el camino del mal con todas sus ofertas; ante mis ojos, las propuestas más sugerentes; y, además, el tedio, el asco, la desgana y la indiferencia, todo junto, me amenazan y me piden que me integre en sus redes. Abre mi corazón joven, Señor, al mundo de lo bello y verdadero; dale la luz para que rasgue la tiniebla de mis ojo
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